¡Namaste, Mi Vida!

Cuando tenía tan solo 50 días de nacida, perdí a mi padre. No tengo recuerdos vivos de él, no tengo anécdotas que compartir. Aunque su ausencia física era una realidad, su sombra se extendía a lo largo de mi vida en forma de una herida profunda: la herida del abandono.

El primer paso hacia la sanación fue admitir que tenía una herida. Durante años, la escondí detrás de una máscara de independencia y autosuficiencia. Pero las relaciones difíciles y la constante búsqueda de validación externa revelaron que algo en mi interior necesitaba ser atendido. Estas cartas que hoy comparto contigo, iniciaron mi proceso de sanación.

Están diseñadas con amor y propósito, son herramientas poderosas para ayudarte a liberar emociones, comprender mejor a tus seres queridos y avanzar hacia un espacio de paz y entendimiento.